El mercader de las sombras


Así que ahora usted quiere que yo le venda mi alma… ¡Qué cosa!

Cuando la pobre andaba gris, apagada por la angustia, sofocada por el miedo, paralizada por la incertidumbre; usted no demostró ningún interés por ella.

Cuando rodaba avergonzada por la vida, exhalando ese hedor de muerte que la horrorizaba; usted la ignoró completamente. Poco le importaba si era finalmente destruida.

¿Y ahora la desea?

¿Ahora pretende hacerme creer que le importa tentándome con sus mezquinas ofertas?

¿Ahora que, feliz, brilla por fin con una luz nueva y se proyecta en un plácido sosiego?

¿Justamente ahora que la inunda una alegría nunca antes percibida?

Pues, caballero, lo siento; no puedo entregarle lo que ya no me pertenece.

Otro ha pagado por ella un alto precio a pesar de lo poco que valía.


Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación.

Apocalipsis 5:9


Autor: Patricia Edith Alvarez


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