Propongo que imaginemos un
viaje a través del espacio y el tiempo, retrocediendo un poco más de dos mil
años en el pasado, hasta la antigua Jerusalén.
Ya que estamos, podríamos
aprovechar la oportunidad para mezclarnos entre la multitud y recorrer un poco
la ciudad para observar de cerca a la gente. Tal vez logremos descubrir cuáles
son las actitudes de los personajes que rodean a Jesús en estos momentos
decisivos. Sabemos que dentro de poco se llevará a cabo la celebración de la
Pascua y entonces los acontecimientos se precipitarán. Seguramente ninguno de
estos que se reunieron aquí para recibirlo rindiéndole honores, puede siquiera
imaginar que este es el inicio de la última semana de Jesús.
Él está haciendo su entrada
triunfal en la ciudad, sentado en un burrito y rodeado de sus discípulos. Entre
ellos, está Judas. Para él, unas pocas monedas significarán más que los valores
morales, afectivos y espirituales. Incluso los demás discípulos, cuando todo
parezca haber acabado, presos del temor y el desconcierto, se dispersarán y
Pedro negará conocerlo.
La multitud lo aclama y lo
bendice. A su paso, muchos ponen sobre el camino sus prendas o ramas que han
cortado en el campo. Tristemente, algunos de los que hoy integran el gentío que
lo aclama se prestarán al juego y no defenderán al justo. Empujarán a la muerte
a quien los ha bendecido, sanado y liberado. Pedirán la libertad de un criminal
y condenarán al inocente.
Los soldados al servicio de
Roma observan con curiosidad y un poco de desprecio a ese personaje a quien
llaman “Rey” pero solo parece un humilde peregrino más, en nada parecido a los
reyes que acostumbran custodiar. Sin saber muy bien porqué, pronto someterán a
este inocente a las peores vejaciones, a la burla y al escarnio.
Desde lejos, los líderes de la
ciudad y los sacerdotes observan. Desbordan de envidia y de celos, y llegarán
hasta el engaño y el asesinato con tal de mantener y resguardar su posición.
En el palacio, Pilato ya fue
advertido de que aquel de quien tanto se habla está llegando. En unos días,
eludiendo el compromiso, dará luz verde a la injusticia.
Sin embargo, entre tantas
posturas negativas, también encontramos a muchos que tienen actitudes
positivas. Por ejemplo, mujeres y hombres cercanos hasta el último momento.
Marta, hermana de Lázaro, sirviéndole continuamente. María, derramando perfume
de nardo puro como un acto de adoración. La mujer de Pilato, apelando a la
justicia. María, esposa de Cleofás, y María Magdalena; amigas y seguidoras
fieles. María, la madre de Jesús, velando junto a la cruz; acompañada por el
discípulo amado que aceptó el encargo de darle cobijo. José de Arimatea y
Nicodemo, que reclamarán el cuerpo de Jesús a las autoridades para darle
sepultura.
Personajes negativos,
personajes positivos. Actitudes opuestas, destinos opuestos.
Y aquí estamos de vuelta en el
siglo XXI. Tal como entonces, es la Pascua. ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Cuál es
nuestra actitud ante la cruz? ¿Cuál será nuestra actitud ante el sacrificio de
Jesucristo?
Hoy en día Judas parece tener
muchos seguidores. Aman la traición, el engaño, el andar en las sombras, venden
sus principios por unas cuantas monedas. Muchos otros son como Pilato.
Prefieren no tomar partido, mantenerse neutrales y observar cómo transcurren
los acontecimientos. Otros, como las autoridades y los sacerdotes de entonces,
se preocupan tanto por su posición que recurrirán a cualquier cosa con tal de
preservarla. Hay muchos también que se burlan. Algunos más se mantienen cerca
sin haber tomado un verdadero compromiso en su corazón. Esos son los que
abandonan a la primera dificultad, los que se esfuman, los que niegan.
No obstante, sería injusto no
reconocer que también hay quienes, como aquellas mujeres y hombres fieles,
reconocen en Jesús al más positivo personaje de esta historia. Su reacción es
de amor, de adoración, de gratitud y de entrega. Todavía quedan muchos como
José de Arimatea o como Nicodemo, que son capaces de jugarse por aquel que
estuvo dispuesto a soportar tanta bajeza y tanta injusticia sin odio, sin
rencor, sin amargura. Y a perdonar. Eso es lo más impactante. En esa instancia
terrible Jesús perdonó. Perdonó la traición, la indiferencia, la mentira, la
envidia, los celos, la cobardía.
La buena noticia en esta
Pascua es que Él aún perdona. Aún perdona hoy. De la misma manera. No importa
lo que hayamos hecho, no importa cómo hayamos vivido, no importa cuáles hayan
sido o sean nuestras actitudes. En aquel entonces, lo que mantuvo sus brazos
abiertos y fijos a la cruz no fueron los clavos sino su amor por las vidas. Y
hoy sus brazos siguen igual de abiertos, ofreciendo un espacio para el abrazo y
para el perdón.
¡Alégrate, oh pueblo de Sion!
¡Grita de triunfo, oh pueblo de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti. Él es
justo y victorioso, pero es humilde, montado en un burro: montado en la cría de
una burra. Zacarías 9:9
Muchos de la multitud tendían sus prendas sobre el camino delante de él y otros extendían ramas frondosas que habían cortado en los campos. Jesús estaba en el centro de la procesión, y la gente que lo rodeaba gritaba: «¡Alaben a Dios! ¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor! ¡Bendiciones al reino que viene, el reino de nuestro antepasado David!
¡Alaben a Dios
en el cielo más alto!» Marcos 11:8-10
Autor: Patricia Edith Alvarez
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