La hija de Jairo



Y vino uno de los principales de la  sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le  rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos  sobre ella para que sea salva y vivirá.
Marcos 5:22-23
 

He aquí un hombre que, en su angustia, viene a Jesús clamando por la vida de su hija.

¿A cuántas de nosotras nos angustia hoy la vida de nuestros hijos? Tal  vez se trata de una enfermedad. Quizás nunca conocieron al Señor, o lo  conocieron y se alejaron de él. Tal vez tienen serios problemas de  conducta, están atrapados por la droga o en la delincuencia.

Sea cual sea la circunstancia por la que estén atravesando, eso nos aflige y  nos hace preguntarnos dónde está la salida y qué será de sus vidas. Y  muchas veces, ante esas preguntas, no tenemos respuesta y sobreviene el  temor.

Entonces vamos al Señor como Jairo, con sus mismas palabras: ... mis hijos están agonizando; ven y pon las manos sobre ellos para que sean salvos y vivan.

Es  entonces cuando el enemigo viene con pensamientos de ruina y  desesperanza. Viene como vinieron aquellos de la casa de Jairo a  decirnos: ... tus hijos ya están muertos, ¿para qué molestas más al Maestro? Marcos 5:35

Sin embargo, la respuesta que Jesús nos da es la misma que entonces le dio a Jairo: No temas, cree solamente.

¡Cuánta fortaleza encontramos en esas palabras! ¡Qué descanso saber que él está con nosotras en la adversidad, en el sufrimiento, en la soledad!

Probablemente  la lucha que enfrentamos sea tan prolongada que sentimos que ya no  tenemos más fuerzas. Eso, al contrario de lo que se pueda pensar, es  bueno; porque entonces, indefectiblemente, tenemos que dejar de confiar  en nuestras fuerzas para confiar sólo en las de él, que nos dice: No  temas, porque yo estoy contigo; no desmayes porque yo soy tu Dios que  te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de  mi justicia. Isaías 41:10

Porque en definitiva solo se trata de confiar. Confiar incluso cuando nos parezca que las cosas, en vez de mejorar, empeoran. Cuando tenemos la impresión de que pasa el tiempo y nada cambia. Confiar a pesar de las dudas, de la angustia y de la devastadora sensación de que  Dios se ha olvidado del asunto. En esos momentos, más que nunca, tenemos  que quitar los ojos de las circunstancias y ponerlos en Él. 

Probablemente nuestros hijos tengan que atravesar por situaciones que  nos gustaría poder evitarles; pero debemos confiar en que  Dios sabe mejor que nosotras de qué manera los atraerá hacia Él. Porque ya nos lo dijo: ... mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Isaías 55:8. Ya nos lo advirtió: Lo que yo hago, tu no lo comprendes ahora, pero lo entenderás después. Juan 13:7.

Mientras tanto, tenemos algo por hacer: perseverar en oración por la vida de nuestros hijos.

En Jueces 5:6-7 se describe la situación en la que se encontraba Israel en ese momento:
Quedaron abandonados los caminos, y los que andaban por las sendas se  apartaron por senderos torcidos. Las aldeas quedaron abandonadas en  Israel, habían decaído, hasta que yo, Débora, me levanté, me levanté como madre en Israel

Creo que hoy el Señor nos está diciendo lo mismo que en Jueces 5:12: ¡Despierta, despierta, Débora!
 
Él  nos está diciendo: ¡Despierta, despierta! Tus hijos se apartaron por  senderos torcidos, han decaído. Es tiempo de que te levantes como madre  en medio de ellos.

Y Él va a actuar, lo hará. Él lo está haciendo ahora.

Así dice Jehová (...) yo defenderé tu pleito y salvaré a tus hijos. Isaías 49:25

Él los tomará de la mano, como hizo con la hija de Jairo, y los llamará a cada uno por su nombre: ..., a ti te digo, levántate!

Y  ellos, nuestros hijos, responderán a su voz, y se levantarán, y andarán  en sus caminos, y le servirán, y le honrarán con sus vidas. Y junto con ellos sus hijos, y los hijos de sus hijos, y los hijos de los hijos de sus hijos, y así de generación en generación hasta que el Señor vuelva.
 

Esperamos  en tu palabra, Señor, en la palabra que nos diste. Decidimos esperar y  confiar en que será así como lo has dicho. Confiaremos, aún a pesar de  lo que hoy vean nuestros ojos naturales: las circunstancias por las que  atraviesan sus vidas, sus actitudes, sus luchas, sus tristezas, sus  dolores, sus dudas, sus vaivenes, sus pecados, sus malas elecciones, sus  malas decisiones, sus errores. Ellos ya están fuera del alcance de nuestras manos, pero no lo están de nuestras oraciones; y mucho menos de Tu mano.

Autor: Patricia Edith Alvarez


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