Perdón por mirar a otro lado, por dudar, por temer.
Sí, tuve miedo, miedo de perderte, de que te hubieras alejado de mí; pero la
que estaba lejos era yo. Vos siempre estuviste en el lugar donde nuestros
caminos se separaron.
Me equivoqué, en vez de poner
mis ojos en vos los puse en las circunstancias; y como Pedro cuando miró las
olas, empecé a hundirme.
Trataba de luchar contra el desánimo y la desilusión. Fue un tiempo duro y el
error fue que pretendí enfrentarlo en mis fuerzas.
Hoy me doy cuenta que hay tanto aún por aprender, tantas cosas por superar,
tantos aspectos de mi vida en los que aún me falta morir a mí misma.
¿Como podré hacerlo separada de vos?
Necesito buscar incansablemente tu presencia, tu guía. Preciso dejarme llevar
por tu corriente, permitir que me empujes como el viento que hincha las velas
para que sea posible navegar.
Y no oponer resistencia, no cuestionar, no luchar más. No basta con la
voluntad, la capacidad, la inteligencia, ni nada que provenga de mí misma. Solo
podré lograrlo si permanezco unida a vos.
Gracias por amarme, a pesar de
todo.
" Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer.".
Juan 15:5 RVC
Autor: Patricia Edith Alvarez
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