Padre, vos estás en lo secreto, en ese espacio donde podemos encontrarnos a
puertas cerradas.
Lugar de comunión, donde tu luz revela hasta lo más íntimo,
escudriña el corazón y saca a la superficie las verdaderas motivaciones.
Haga lo que haga, diga lo que diga, lo que cuenta, lo que importa en realidad
no es lo que se ve. Al menos no lo que la gente ve, sino lo que vos ves, lo que
vos sabés de mí, lo que vos conocés.
Notablemente, cuando algo no está bien me vuelvo más reacia a pasar tiempo en
intimidad con vos. Es que no es muy agradable verme confrontada con mis propias
miserias. Ahí, en ese lugar secreto, la puerta cerrada al resto del mundo,
estoy absolutamente expuesta sin posibilidad de ocultar nada. Ningún aspecto de
mi vida está escondido a tus ojos. No sirve de nada andar esquivando tu mirada.
Si realmente quiero vivir en integridad, es mejor dejar que tu Espíritu vaya
hasta lo más profundo y saque a la luz todo lo que deba ser sanado, arreglando
el altar para que el fuego se mantenga encendido.
Solo por una constante exposición a tu luz podrán desaparecer esos rincones
oscuros donde se acumulan cosas que no te gustan. Entonces podré realmente
despojarme de todo para llenarme de vos.
"Cuando alguno de ustedes ore, hágalo a solas. Vaya a su cuarto, cierre la puerta y hable allí en secreto con Dios, su Padre, pues él da lo que se le pide en secreto".
Mateo 6:6 TLA
Autor: Patricia Edith Alvarez
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