Vivir en íntima comunión con
vos es mucho más que una oración, deprisa, antes de salir.
Es mucho más que eso.
Es tiempo y calidad, es perseverar hasta que los cielos se abran y tu gloria
descienda.
Es permanecer en silencio anhelando escuchar tu voz, el silbo apacible de tu
Espíritu.
Y es mucho más que pedir, mucho más que esperar tu bendición y tus dones
generosos.
Es derramar el corazón en la irreemplazable intimidad.
Es abandonarme en tus brazos y rendir mi voluntad por completo a la tuya.
Es morir a mí misma y aceptar que ya no vivo yo sino que vos vivís en mí.
Es mirar hacia delante a través de tus ojos y dejar anidar la esperanza, de
forma tal que no quede espacio para el temor y las dudas.
Vivir en íntima comunión con vos es lo único que reafirma mi identidad y hace
que pueda reconocerme como hija, y que otros puedan ver el brillo de tu vida
reflejado en mí.
“Nadie ha visto jamás a Dios,
el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien
lo ha dado a conocer”. Juan 1:18
Autor: Patricia Edith Alvarez
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