Vos guardaste hasta ahora el
mejor vino y estás esperando que sea un recipiente dispuesto para verterlo
todo, en abundancia.
Ese vino nuevo y fresco en un
odre viejo, reseco, rígido y quebradizo; finalmente se pierde.
Por eso pienso, ¿cuáles son mis lugares resecos? ¿Cuáles son mis zonas rígidas
y quebradizas?
Te pido que renueves mi corazón
de tal forma que sea tierno y maleable, adaptable a tus formas, a tu mover
cambiante; un recipiente preparado para recibir ese vino nuevo, fresco,
embriagante.
No dejes que las estructuras
que aún subsistan en mi mente sean el dique de contención que impida el fluir
libre de tu Espíritu.
Derribá los argumentos, los
razonamientos, el temor. Disipá las dudas.
Quiero ser libre en vos,
verdaderamente libre. Libre de restricciones, de mí misma y mi razonable
cabeza.
Quiero saborear ese vino nuevo,
el que reservaste para estos días.
Quiero revivir la alegría de
conocerte, resucitar al asombro de mi vida rescatada de la muerte.
Quiero renovar la gratitud y la
alabanza, la adoración y la entrega a vos, mi único y suficiente Salvador.
“... tú has guardado el mejor
vino hasta ahora”. Juan 2:10
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