Cuando el temor y la incertidumbre me toman por asalto, y la desesperanza gana mi corazón angustiado; aquí estás, siempre dispuesto a protegerme y tomarme entre tus brazos.
¿Qué haría sin vos, Jesús, mi amado? El camino parece tan oscuro y escarpado. Sin tu luz que lo alumbre, sin el sostén de tu mano, sería imposible transitarlo.
Pero cierro mis ojos y puedo sentirte a mi lado, dulce presencia que me inunda poco a poco como una caricia, como el rocío, una corriente que fluye muy despacio.
Seca mis lágrimas con el dorso de tu mano, quiero apoyarme en tu hombro y descansar en tu regazo.
Segura y protegida por tu poderoso abrazo, puede bramar la tormenta, ya estoy a salvo.
El Dios eterno es tu refugio, y sus brazos eternos te sostienen. Deuteronomio 32.27a NTV
Autor: Patricia Edith Alvarez
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por pasar por aquí. Te invito a dejar tu comentario, las semillas enriquecedoras, llegadas de otros campos, siempre son bienvenidas.