Gracias por la música que acompaña mis pasos cada mañana.
Gracias por el ritmo sostenido, la cadencia renovada con cada pisada, con cada impulso, con cada latido.
Gracias por la música que resuena en mi interior, más allá de mis oídos, más allá de mis sentidos, en lo más profundo.
Gracias por la música del alma atravesada por tu amor, renovada por tu vida, impulsada por tu aliento, abandonada a tu abrazo, cautivada por tu voz.
Dios mío, tengo el corazón tranquilo y confiado. Con razón puedo cantar tus alabanzas. Salmos 57:7 NBV
Autor: Patricia Edith Alvarez
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