Nunca más sola



 Casi al filo de la medianoche y aún despierta mientras afuera truena y se desploma el cielo entre estallidos.

Desde algún rincón, los recuerdos se aproximan y se deslizan en la isla desierta que es mi cama. Ocupan cada pliegue, cada centímetro helado de ausencias.

Poco a poco, alimentado por esos recuerdos, el ayer, no tan lejano, toma forma, sustancia, cuerpo; y me abruma…

Apenas puedo susurrar tu nombre. ¡No sé qué más decir! Jesús, te necesito.

Y aquí estás, meciendo mi nostalgia entre tus brazos, enjugando las lágrimas que se deslizan mudas, sin un quejido; acunando mi soledad, singular y única, ineludible.

Aquí estás, aquietando mis pensamientos, consolándome hasta que el sueño llega con su balsámica inconsciencia.

...

Despierto. La noche ya se ha ido pero tu presencia sigue aquí.

Puedo sentirte, alerta, vigilante, atento para acallar las voces que, desde el pasado, quieren impedir que disfrute el presente; mi presente con vos, nuevo y sorprendente.

Seguís aquí y es tan precioso saber que no estoy sola, no, nunca más sola…


Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

Mateo 28:20


Autor: Patricia Edith Alvarez (escrito alguna noche de 1993)

 

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