No por vista



 Nunca te he visto, claro que no.

Eso sí, muchas veces te he imaginado. Muchas veces traté de sustraerme de las representaciones ideadas por los artistas para tratar de imaginar tu rostro, tu aspecto, tu mirada.

Porque lo sé. Sé cuándo tu mirada se ha posado sobre mí. Siento tus ojos escudriñando mi corazón, y siento tu ternura. Puedo percibir tu abrazo en el día de la angustia, tu presencia silenciosa o tu voz susurrando tu consuelo en el momento del dolor.

He podido experimentar tu paz, que se despliega como un dique conteniendo las mareas de la desesperación. Tus manos enjugando mis lágrimas, posándose sobre mi cabeza para aquietar los pensamientos, sanando las heridas más profundas, guiando por el camino más seguro.

Porque estás, estás aquí. Estás mientras escribo, mientras dibujo, letra tras letra, lo que hay en mi corazón; mientras escribo que te amo.

¡Parece una frase tan corta! Apenas dos palabras, cinco pequeñas letras garabateadas sobre un papel; sin embargo encierran y resumen todo lo que siento por vos. Te amo.

Y podría agregar, también, gracias.

Mi vida hoy no sería lo que es si no te hubiera conocido. Mi vida mañana no sería lo que va a ser si no supiera que hay un propósito.

Qué hermoso es poder tener esa confianza. Y qué hermoso poder amarte así, aun cuando nunca te he visto.

Un día te veré, cara a cara, frente a frente; cuando haya traspasado la última frontera, cuando al fin te conozca como fui conocida.


Ustedes aman a Jesucristo a pesar de que nunca lo han visto. Aunque ahora no lo ven, confían en él y se gozan con una alegría gloriosa e indescriptible. 

1º Pedro 1:8


Autor: Patricia Edith Alvarez

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