Hace años, unos cuantos,
escribí esta oración:
¿Qué puedo decirte que no te
haya dicho?
¿Hay acaso algo que pueda permanecer para vos escondido?
¿Qué rincones de mi alma están ocultos,
qué recuerdos velados están allí dormidos?
Todo lo sabés, Señor, me conocés,
escudriñá mi corazón más allá de mis sentidos,
iluminá con tu luz esos resquicios oscuros
y ayudame a sanar lo que alguna vez fue herido.
Esas viejas llagas que aún supuran
y destilan su amargura empañándome el gozo,
curalas, Señor, porque me atormentan,
necesito que las sanes para hallar reposo.
Ayudame a perdonar como vos perdonás,
y a aceptar tus promesas sin reservas,
a fundir mi corazón en tu Palabra
para llegar a tener tu estatura perfecta.
Reconstruí los jirones de mi vida
y cimentá mi identidad sobre tus certezas,
para transitar desde hoy por un camino nuevo,
sobre el fundamento firme de la Roca eterna.
Quiero sepultar para siempre mi pasado
bajo el peso de tu gracia redentora,
y en novedad de vida estrenar la historia
que con tu mano escribirás desde ahora.
Hoy, muchos años después, puedo
afirmar que así fue, recibí exactamente lo que pedí.
Alguien podrá pensar que hubo
una importante demora, pero no es así. Por el camino fui aprendiendo que lo que
para mí era tardanza en realidad era proceso, preparación. Aun así, me
pregunto, ¿cuántas veces yo misma demoré ese proceso por distracción, apatía,
ignorancia o dureza de corazón?
Cuando el 01/01/19 estrenaba un
nuevo cuaderno, escribí en la primera hoja “2019, año de libertad” y la verdad
es que mi expectativa solo era poder acceder a mi jubilación y ya no tener que
trabajar. Sin embargo, era mucho más lo que estaba en juego.
Hoy, al repasar ese cuaderno
compruebo que, no solo el Señor me concedió eso que tanto anhelaba, sino que fue
aún más allá. Él siempre da más de lo que podemos soñar o imaginar.
Él se encargó de hacerme libre
de todo lo que me ataba y que sería un estorbo para el nuevo camino, el nuevo
rumbo que venía anunciando para mi vida. Suavemente, con esa ternura tan propia
de Él, me fue guiando para que pudiera sanar cosas viejas que habían quedado
enterradas sin que yo fuera siquiera consciente de que estaban allí.
Cosas, incluso, que creía
resueltas y que su Espíritu se encargó de volver a sacar a la luz; cosas que
eran un lastre que me detenía. Ansiedad, miedo, tristeza, temor, vergüenza, ya
no están; y aunque a veces todavía me cueste enfrentar algunas situaciones, sé
que Él ya me hizo libre y quiero apropiarme de esa libertad.
Por esto y mucho más es que
digo que todo lo que pedí hace tanto tiempo hoy es una realidad. Como dijo el
apóstol Pablo, no es que haya alcanzado la perfección; pero sé que Él sigue
trabajando y que completará la obra que comenzó en mí.
Hay todo un camino por delante,
esto es solo el comienzo de un tiempo nuevo. Mi pasado ya no puede limitar el futuro
que el Padre pensó para mí. Algo nuevo viene y creo que pronto lo veré.
Así que, doy gracias a mi Señor por su fidelidad, y gracias también a las personas que él usó y contribuyeron a
facilitar ese proceso hacia la libertad. No hace falta que mencione sus
nombres, ellos saben cuánto agradezco sus oraciones, su escucha amorosa, sus
palabras y su paciencia.
Pues yo sé los planes que tengo
para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para
darles un futuro y una esperanza.
Jeremías 29.11
Y estoy seguro de que Dios,
quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede
completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.
Filipenses 1.6
Autor: Patricia Edith Alvarez
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