Getsemaní


Él sabía que nada ocurría por casualidad, que cada circunstancia, cada palabra, cada acto tenía una razón de ser.

Él sabía que todo conducía a que se cumpliera el plan que nos abriría el camino a casa.

Sabía muy bien a lo que se enfrentaba, lo que le esperaba; y tuvo miedo; y se sintió solo sabiendo del desamparo que experimentaría.

Sabía que tenía que entregarse al abrazo frío de la muerte confiando en que la mano del Padre estaba lista para librarlo del abismo.

Y sabía que la hora había llegado.

Podría haberse vuelto atrás, podría haber decidido que no valía la pena.

Podría haber concluido que todo lo que se avecinaba era demasiado para él, que no sería capaz de enfrentarlo.

Pero eligió obedecer, eligió dejar de lado su voluntad y pagar el precio de nuestra libertad.

Un precio que nunca, de ningún modo, hubiésemos podido pagar.

 

Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía.

Lucas 22:42


Autor: Patricia Edith Alvarez


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